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¿Cuál clóset?

  • Writer: Elizabeth Narváez
    Elizabeth Narváez
  • Jun 24, 2021
  • 4 min read

Yo nunca le puse fecha, aunque para mí siempre fue una tarea pendiente…


Mi mejor amigo me contó una vez que durante su adolescencia había decidido salir del clóset cuando cumpliera veintiséis; dijo que así lo tenía planeado y que ese iba a ser el año. El momento luego se dio de manera completamente distinta, pero los objetivos fueron logrados… por así decirlo. Recuerdo que él decía que mientras más rápido lo hiciera, sería mucho mejor para mí, porque entonces empezaría otro tipo de proceso con la gente a la que le costaba entenderlo.


Yo nunca le puse fecha. Para mí siempre fue como una tarea pendiente, pero era algo que no me atormentaba por el momento. Después de un tiempo se me hizo claro que era algo que debía hacer si lo que quería era llevar una versión más sincera de mi vida, pero en el proceso descubrí que esto no es una necesidad para todo el mundo.


Quizás soy yo. Quizás es mi manera de ser, pero yo sí siento la necesidad de decirlo. Me gusta contar las cosas que me pasan, me gusta hablar y expresarme y me di cuenta que no estaba siendo totalmente yo cuando me preguntaban por novio y no tenía el valor de aclarar que era “la novia”, inexistente, pero femenina, al fin y al cabo. Esos pequeños, pero muy significativos actos contra mí misma se me fueron haciendo cada vez más pesados e insoportables especialmente cuando me acercaba a los treinta.


Tuve que ir a terapia y repetirme una y otra vez que externalizar algo que llevaba dentro hace tanto tiempo, algo que era parte de mí, no iba a matar o decepcionar a nadie. ¡Qué difícil fue eso! Escucharme decir cosas como “la única amiga que no quiero perder por esto…” fue una cachetada de realidad, porque me expresaba como si esa parte de mí fuera algo negociable, como si esto tuviera que ver con alguien más que conmigo misma.


¿Sorpresa?

Ahora veo más claros esos rasgos homofóbicos que todavía llevo dentro por el ambiente en el que fui criada y ahora los identifico más fácilmente tan pronto los veo, aunque a veces sigan viniendo de mí misma.


Mi salida del clóset no fue una sorpresa para muchos o por lo menos eso dijeron. Para mi mamá sí. Las lágrimas que lloró me cayeron encima como una lluvia de angustias sobre la cabeza, sentí una avalancha de emociones que todavía hoy en día no logro identificar completamente, pero el alivio fue una bien clara. Y fue este acto de valentía el que me dio la seguridad para seguir un proceso de aceptación que sigue hoy.


Algunas personas no ven la salida del closet como una necesidad. Y es que solamente el hecho de haberme tenido que sentar a decirle a mi mamá que si algún día me casaba no iba a ser con un hombre resulta hasta medio absurdo, pero ese es el mundo absurdo en el que vivimos. Un simple gusto se tiene que dar a conocer porque “no es la norma” y aunque entiendo completamente el punto de aquellos que no quieren hacerlo, siento que hoy en día es algo que tristemente se debe decir y hablar.


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Pajaritos invisibles

Siempre hablo de señales porque ellas siempre están ahí, revoloteando a mi alrededor como pajaritos invisibles, es por eso que cuando me siento a pensar en todo el camino que recorrí para llegar a este punto de mi vida se me hace bastante claro que ellas siempre estuvieron presentes hasta en aquellos actos que yo consideraba inconscientes.


Mientras mis amigas se entretenían con novios, yo me refugiaba en libros y telenovelas, cuando algún chico me buscaba inmediatamente saltaban mis excusas que iban desde mis estudios hasta que mis papás no me dejaban tener novio (¡ja-ja!), cuando me preguntaban por el novio en seguida me picaba y respondía mal, qué curioso, ¿no? Esto sin mencionar que al único novio que tuve le comenté mi curiosidad por las mujeres.


Cuando al fin le puse nombre a mi apatía hacia los hombres y empecé a salir con mujeres, todo cambió. Las mujeres son raras, un poco más inteligentes con sus emociones, más complicadas sin duda y desde que he tenido que sacar el valor para invitarlas a salir, entiendo mejor la cara de terror de algunos hombres cuando se me acercaban.


Salir con mujeres no es fácil, salir en general ahora mismo no lo es, pero al darme cuenta que sencillamente no tengo otra opción sino ellas, he llegado a una simple resignación que a veces me hace decir cosas como “!Qué huevo las mujeres…! Pero qué rico huelen”, o “Marico, ¡está muy loca! Pero es tan suavecita”, entre otras cosas…


Quizás algunos no lo entiendan, pero es que no es una opción, no es como si un día eligiéramos ir a una escuela y no a otra, por eso mi agridulce resignación viene del hecho de que yo estoy muy segura que esta es la manera en la que la vida tiene sentido para mí y punto.


PRIDE

Afortunadamente yo tuve la oportunidad de emigrar a un país donde las lesbianas sí tienen derechos, donde no me ven feo en la calle cuando voy de la mano de otra mujer y donde a nadie le importa que les diga que tengo novia. Pero esta es una bendición que no doy por sentado porque en el país del que vengo, no hubiera podido hacer nada de lo antes mencionado sin recibir a cambio algún tipo de respuesta despectiva. Y ni hablar de básicos derechos humanos para los gais.


Estamos en el mes de PRIDE y esta es mi pequeña contribución a la causa. Como mencionaba antes, creo que es algo de lo que se tiene que seguir hablando. No creo que estemos en el nivel de evolución en el que no hay que hablarlo porque no hay nada que decir, al contrario, hay muchísimo que decir porque hay gente que todavía se suicida porque creen que está mal ser como son. Todavía hay que hablarlo porque hay países donde ser homosexual es castigado con la muerte, hay que decirlo porque todavía hay terapias de conversión y hay que gritarlo porque en muchos países latinos no puedes casarte con el amor de tu vida si es de tu mismo sexo.


¡A la mierda los prejuicios y prejuiciosos!


¡Qué viva el amor sin código de barras!” (De chica en chica. 2015)




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